Belleza en la asimetría

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El otro día una de mis queridas amigas tuvo una inusual interacción con un extraño de camino a su trabajo, iniciando el día. Uno de esos regalos peculiares que aveces da la vida, un momento que llena de luz un día ordinario. Ella se encontraba leyendo en el bus y de repente un hombre se le acercó y le dió un papel con el nombre de dos libros. Le dijo, “noté que estaba leyendo a Kerouac y quizás estos dos libros también le llamen la atención”. Ella volvió de repente a esta dimensión ruidosa y ajetreada, tomó el papel que le habían extendido en su mano. Le devolvió una sonrisa y le dijo gracias. El extraño se bajó del bus y ella siguió su rumbo, empapada de una emoción graciosa. Las mágicas conexiones con el mundo y con la gente son escazas ¡son extraordinarias!

Esta semana ha estado llena de matices. Inició con la amarga y triste noticia de la muerte de un lejano amigo. Recibí la noticia mientras cocinaba, lo que provocó un mix de emociones al hornear. No existe mayor arrepentimiento que las palabras no dichas en el momento adecuado.

La semana continuó con la visita de un jefe que vino desde la India (para aquellos que no me conocen, mi trabajo de lunes a viernes se encuentra fuera de la cocina). Él vino prácticamente desde el otro lado del mundo. Un tipo con un humor particular. Luego de compartirnos varias experiencias, nos pidió que cada uno de nosotros encontraramos un poco de tiempo para nosotros mismos. Que si nos dejamos de lado y no le damos importancia a nuestras propias necesidades, nos iba a ser más difícil cumplirle a nuestros seres queridos. Que la vida no es sólo trabajo.

Luego de horas -y días-, luego de ir y venir, de manejar entre el tránsito pesado, llegué a casa. Encendí el horno y me apuré a alistar mi siguiente pedido. Soy muy nueva en esto de vender, así que aún me visita la paranoia frecuentemente. Al empacar los macarons, recuerdo y noto que no están perfectos, algunos crecieron más que otros, unos mas pequeños, otros más gorditos… que el sabor aún me hace falta perfeccionarlo. Y me abrumo. Le empaqué macarons extra a mi clienta, esperando que excusara mi inexperiencia.

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Al día siguiente hago la entrega y le explico que aún estoy en proceso de perfeccionar a los chiquitines. Y entonces al ratito me llega un mensaje, una de esas sorpresas que da la vida, como a mi amiga y al extraño del bus. Una respuesta que lo hace a uno sonreír no solo por fuera, si no por dentro y tornan el día luminoso: “Comprendo el perfeccionismo, pero también hay muuuucha belleza en la asimetría”.

Ella tiene razón, no somos máquinas programadas para ejecutar todo a la perfección, y dentro de lo artesanal y casero, hacemos lo mejor que podemos con el tiempo y las herramientas que tenemos.

Y a Oscar, esté donde esté su alma: no todos somos remplazables fácilmente, las máquinas se “chochan” también, así como te lo dijo tu mámi, y si bien es fácil ver la belleza en lo simétrico, en lo socialmente aceptable, se requiere de un corazón y un alma abierta, de una disposición dulce para verla en donde no es evidente.

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-Mau

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