Días de lluvia. Ella cae incansable sobre nosotros y yo disfruto su sonido constante inundando mi cabeza. Ella cae libremente y sin tapujos, sobre los techos herrumbrados de todas nuestras almas y yo? yo solo espero impaciente a que sea sábado para encender mi horno y calentarme el corazón de nuevo.
Días de tránsito. Viviendo de dos a tres horas en medio de temperamentos alterados y deseos de llegar a la oficina (¡y luego de volver a casa directamente a la cocina!). Avanzar sutilmente -o de golpe- entre los carros, de quemar llantas en el pavimento mientras repaso el itinerario y la receta: en dónde compraré los higos más frescos… ¿tengo suficiente mantequilla? ¿tengo suficientes huevos? ¿que tal rellenar con un mouse de leche condensada? ¿Llegará a tiempo la rosa para decorar el pastel?
Las gotas se desploman contra el paredón y las ventanas, retumban y se distorcionan. Se despedazan. Así como quiero que se despedazen los segundos para encontrar la gloria, una y otra vez. Para hornear, crear, admirar y deshacer.

-Mau